miércoles, 9 de marzo de 2011

La fractura de la noción moderna de espacio público

Casi siempre, cuando nos referimos a espacio público, entendemos un lugar en el que la coexistencia es prácticamente libre.

Se considera un espacio en el que las interacciones sociales se pueden dar sin restricciones.
Sin embargo, esta idea es corta y hasta cierto punto obtusa.
El espacio público tiene distintas interpretaciones y utilidades. En ciertos lugares, por ejemplo, se considera que el espacio público es de nadie, por ser público, y solo puede ser usado para transitar. 

Aquí en México, al contrario, muchas personas, sobre todo en situación de informalidad, consideran que, el espacio público, por ser público, es de todos. Y por esta idea vemos personas que viven en las banquetas, vendedores ambulantes que han hecho de las calles su lugar habitual de trabajo e incluso hasta personas abusivas que se apropian de un pedazo de espacio y cobran por la estancia en este.
En fin.

El espacio público se encuentra fracturado. Lo que antes se creía o se consideraba como tal ha ido cambiando junto con los paradigmas de una nueva sociedad. Antes, el espacio público o era un lugar idóneo o era un punto de conflicto.
Ahora, se encuentra en el éter.

Las personas que transitan el espacio público cada vez se vuelven más invisibles. Estar ahí es enfrascarse en uno mismo, para atravesarlo lo más rápido posible y llegar al verdadero destino.
¿En donde se perdió lo público dentro del espacio público? ¿Cuándo fue que se fracturó la visión de grandes urbanistas como Le Corbusier, que, a pesar de que buscaban control sobre interacción, consideraban al espacio público como una cuasi utopía?

Yo creo que la situación aún no está perdida. El espacio público se tiene que transformar. Desafortunadamente, las transformaciones suelen ser incompletas cuando no están precedidas por una fractura. Viéndolo desde un punto de vista optimista, esta fracturación de la idea de lo que espacio público representa, más que una crisis, una oportunidad. 

martes, 8 de marzo de 2011

Programa de Agricultura Urbana, Rosario, Argentina

En la comunidad de Rosario, Argentina, ocurrió un fenómeno un tanto común. Personas del norte comenzaron a inmigrar hacia el asentamiento urbano, generando una sobrepoblación y mano de obra inactiva.
Al mismo tiempo, pequeñas y medianas empresas fueron desintegradas, dejando gran cantidad de terrenos baldíos.
Ante la problemática que esto representaba, el Municipio de Rosario, de la mano de una ONG, el Centro de Estudio de Producción Agroecológica, implementó un programa de Agricultura urbana en el cual se transformaron estos terrenos solos en parcelas otorgadas a la gente desempleada, principalmente a las mujeres, apoyados de otras organizaciones, para generar condiciones de autosustentabilidad.
El caso, si bien es atractivo por su particularidad, invita a pensar un poco acerca de la viabilidad que este tipo de acciones pueden tener en México.
Como lo comentamos durante la clase, existen muchos terrenos federales que se pueden usar de una manera similar.
Los pedazos de tierra debajo de las torres de luz, propiedad del Estado, así como aquellos que se encuentran a un lado de las vías del ferrocarril, son terrenos que se pueden usar de una manera similar a la de los lotes baldíos en Rosario.
Tambíen las azoteas verdes, en las que se pueden plantar principalmente pequeñas hortalizas, son una opción más.
Sin embargo, lo que más llamó la atención fue el caso de las escuelas.
En una escuela, ¿es posible fomentar la autosustentabilidad otorgándoles pequeños terrenos para cultivar y cosechar?
Este tipo de proyectos, que requieren de mucha iniciativa y creatividad, son los necesarios para que México se pueda activar en aras de la autosustentabilidad.
Nada es imposible. Sin embargo, se requiere, como en la comunidad de Rosario, la participación no solo del Gobierno, sino de organizaciones dispuestas a apoyar la causa y sobre todo de la sociedad en general.

Planet of Slums

A lo largo de todo el mundo, en las ciudades, pero ya no solo en ellas, encontraremos asentamientos irregulares que, en su mayoría, dan hogar a gente de escasos recursos; a personas solas, o a trabajadores flotantes.
De manera alarmante, este fenómeno se vuelve cada vez más común.
Este cuadro ejemplifica, a grandes rasgos, esta situación.

En México la situación también es alarmante. Si bien las slums, o lo que aquí equivale a tal no llegan al grado de países como India o Brasil, encontramos una proliferación masiva de hogares de papel en las zonas conurbadas, casi slums, en las que habitan en condiciones muy particulares desde personas que trabajan en la capital y sólo habitan esas casas al momento de dormir, hasta familias enteras en un espacio muy reducido.

¿Son estas cuasi slums la salida ideal para el problema de sobrepoblación en las zonas urbanas? ¿No es preferible atraer los reflectores sobre las autoconstrucciones dentro de la zona urbana misma? ¿Son ambas, quizás, dañinas para el desarrollo urbano en general?

La situación cada vez se vuelve más complicada, a la par que las ideas y opiniones divergen y se escinden en distintas posturas mayormente contrarias.
En México aún estamos a tiempo de solucionar las cosas, ya que no se cuenta con la población de países como india ni grados de pobreza demasiado extremos.

Qué es el Derecho a la Ciudad?

El Derecho a la Ciudad, es algo etéreo. Aún nadie ha podido definirlo con exactitud y depende, en muchos grados, de las interpretaciones de aquellos que pretenden, o aseguran haber podido, acercarse a lo que la ciudadanía y la ciudad representan en conjunto.

Teorizar sobre este, por lo tanto, es algo a lo que no me aventuro, dada la complejidad inherente al concepto mismo.

Sin embargo, puedo recopilar muchas de mis opiniones sobre ciudadanía, ciudad y comunidad para intentar, por lo menos, realizar una aproximación a lo que, para mi, sería el derecho a la ciudad.

Ciudadanía, como ya dije, es comunión, homogeneidad no solo legal, sino cultural e ideológica; casi compañerismo. Cualidad no dada a todos, pero tampoco negada bajo estrictas condiciones. Es derecho, pero también obligación. Es cooptación, peor manteniendo sentido de pertenencia otorgado a solo ciertos grupos.
Ciudad, por su parte, es no solo espacio territorial de interacciones sociales, culturales y políticas. Es también vida misma, es nido de ideas, de personalidades y de fuertes uniones y lazos entre diversos actores.

Como lo dije en la entrada sobre el Texto de Tepito, ciudadanía es mucho. Es algo muy grande. Y si, sigo defendiéndolo, los tepiteños son, a su modo, ciudadanos.
Y quizás esta relación parezca a simple vista algo absurda, dado que lo que se está tratando es derecho a la ciudad. Pero ahí es donde entra el debate. ¿La ciudadanía te da Derecho a la Ciudad, o es el Derecho a la Ciudad el que te otorga el status de ciudadano?

El Derecho a la Ciudad es ese derecho que no se tiene por inercia, sino que se obtiene a través de las muy mínimas y variadas acciones de una persona dentro de una ciudad; es ese estatus que te regalan tus acciones, que te da la facilidad necesaria para ser ciudadano y hacer todo aquello que esa condición te representa.

Y quizás me adelanté un poco y me contradije al definir Derecho a la Ciudad, pero es a lo que las conclusiones mismas llevan. Por lo tanto, me aventuraré a dar una síntesis formulando un concepto, que si bien estoy consciente carecerá de validez e incluso podrá ser atacado y refutado, no es mas que la opinión de el que escribe.

Derecho a la Ciudad, dentro de la categoría de derechos que no se tienen, sino que se ganan, es aquel que te permite ser ciudadano; aquel que te otorga todo lo que necesitas para ser parte del conjunto social de la ciudad; ese que te puede dar tanto protección como vivienda; que crea y reafirma lazos de comunidad pero mantiene un status que no se alcanza sólo por desearlo; aquel que permite ser iguales a los que merecen ser iguales; que no es inclusivo, pero tampoco está cerrado o es difícil accesar a él.

Para mí, eso es derecho a la ciudad. Pero entonces ¿Todos tienen Derecho a la Ciudad? Ese, tal vez, debería ser el verdadero debate.

Tepito, No thanks, First World

La ciudadanía, como lo he mencionado antes, es más que legalidad.
Es algo así como un sentido de pertenencia; es aportar y ser parte de algo más grande; pero no algo intangible y casi etéreo como, curiosamente, es el Estado. Es algo más. Son estructuras reales y tangibles, formadas por acciones que se pueden ver y estudiar a simple vista; es comunidad, apoyo entre las personas y estructuras.

Tepito es un barrio mexicano, ubicado en el centro de la capital, que se caracteriza por, en teoría, tener todos estos aspectos que para mi son esenciales y creadores de ciudadanía.

Como barrio creado a mediados del siglo pasado casi exclusivamente para outcasts, Tepito se consolidó como una zona sin ley, alejada de la civilización real, de personas que, casi por azares del destino, carecían de un "modo honesto de vivir", requerimiento principal para ser ciudadano mexicano.

Por su estatus de "despreciados", las personas en Tepito comenzaron a consolidar una especie de mercado informal, usando las calles como su mismísimo lugar de trabajo, en el que, por las mismas condiciones de informalidad, transformó un barrio de por si duro y difícil en un lugar mucho peor.

Mucho peor, sin embargo, para aquellos que nos encontramos ajenos a eso. Ellos, formando sus propias estructuras de poder y de relación con el exterior, formaron una barrera protectora, a través de la cual ni la ley puede entrar en ocasiones, consolidando en el interior un nuevo tipo de sociedad dedicada exclusivamente a la informalidad, pero siempre con un alto sentido de comunidad. Tepito está segmentado, si, pero en necesidad, todos son Tepito.

Y el ejemplo más claro se puede ver con el caso de hace ya tiempo en el que un hombre asesinó a sus dos hijos y por miedo acusó a un tepiteño. Inmediatamente, todo Tepito, o casi todo, se levantó en contra de estas declaraciones falsas y se apoyaron mutuamente.
Quizás no fue el modo, o más bien, nuestro modo, pero lo hicieron.

Entonces, ¿son los habitantes de Tepito, aún careciendo del modo honesto de vivir, ciudadanos? Muchos dirían que no, pero nuevamente habrá que retomar el debate sobre la reestructuración de la idea de ciudadanía. Para ellos, ciudadanía legalmente hablando es intrascendente. Sin embargo, como lo dije al inicio de esta entrada, son, a veces, más ciudadanos que muchas otras personas.

Cities and Citizenship

La ciudadanía es una idea que, usualmente, está plenamente ligada a la legalidad que el "pertenecer" a una ciudad implica.
Ciudadanía, por lo tanto, es un concepto al que casi siempre vamos a reconocer como los derechos y obligaciones de las personas que habitan una ciudad cumpliendo los requerimientos legales que las leyes y reglamentos de éstas sientan.
Sin embargo, ¿puede ser la ciudadanía más?

Un debate muy arduo sobre este tema radica en la idea de ciertas personas de que la ciudadanía es más que sólo legalidad. Mientras que algunos, los más conservadores afirman que la ciudadanía debe ser como es actualmente, otros, los más liberales, aseguran que éste es un concepto que puede ser mucho más inclusivo.

Bajo esta bandera "liberal", nos encontramos entonces con un gran cuestionamiento. ¿Que es, por lo tanto, ciudadanía?
Ciudadanía, desde mi punto de vista, debe ser más que simple legalidad. Aquí en México, por ejemplo, es considerado ciudadano todo aquel que sea mexicano, ya sea por nacimiento o naturalización, que tenga 18 años cumplidos y un modo honesto de vivir.
Conozco muchas personas que, sin ser mayores de edad, son mucho más ciudadanos que algunos otros.

En Francia, yendo al otro lado del espectro, encontramos el que todo aquel que aporte cultural, científica o tangiblemente a la nación, es francés.

Este grado de inclusividad en la ciudadanía muestra que quedarse con las anticuadas ideas de legalidad exclusivamente es perder de vista gran parte de la esencia misma de la ciudad.

También, equivocadamente, se ha entendido a la ciudadanía como la capacidad de tomar parte en las decisiones políticas de una nación.
Nuevamente, error. Ciudadanía, como lo dije al principio, debe ser más.

¿Qué tanto?
Esta idea de nueva ciudadanía, ligada ampliamente con lo que vendría siendo el Derecho a la Ciudad, depende ya no solo de unos cuantos. Es necesario reconstruir todo el concepto, con las vértices que implique, para formar una idea real y útil de lo que ciudadanía puede ser.
Tal vez el límite de edad es innecesario. Tal vez el modo honesto de vivir debe ser redefinido. Quizás limitar a derechos de voto y participación política al concepto de ciudadanía es algo obtuso. 

Por lo tanto, una modificación estructural en el ideario colectivo es requerida para cambiar valores inútiles por aquellos que realmente se necesitan, sobre todo en un mundo que, en aras de la globalización, está cambiando por completo la idea que se tenía, hasta hace unos años, de todo concepto relacionado en mayor o menor medida con la ciudad.

Diagnóstico de la Calidad de Vida en la Ciudad de México

El Diagnóstico de la Calidad de Vida en la Ciudad de México, realizado como trabajo final por compañeros que ya cursaron la clase de Política Urbana, es un intento ambicioso por retratar y diagnosticar las condiciones de la vivienda en el Distrito Federal.

Fuera de los errores metodológicos a los que el trabajo se enfrenta o ciertas fallas que bien pueden ser factores de confusión en la aprehensión de información al leerlo, nos encontramos con una verdad que es verdaderamente sorprendente y peculiar.

En México, principalmente en la ciudad, se da un fenómeno que tiene que ver directamente con la falta de condiciones formales para la obtención de la vivienda.  Este fenómeno es la autoconstrucción.

Al carecer de un hogar propio y legalmente establecido, muchas personas, que usualmente se ven en la necesidad o de invadir terrenos o de fincar en lugares prácticamente inhabitables, construyen en esos asentamientos irregulares primero una pequeña habitación de cuatro paredes y un techo para subsistir.

A la larga, esta micro edificación comienza a "evolucionar" a través de añadidos irregulares que terminan en un intento no tan fallido de una casa hecha y derecha. Quizás esto no sería tan preocupante a no ser por el hecho de que, al ser construcciones informales, usualmente se encuentran en situaciones en las que los cimientos son débiles e incluso casi inexistentes;  la ley no los tiene regulados por lo que está en su pleno derecho de impedirla; entre muchas otras cosas más.

Sin embargo, el fenómeno no solo radica en esta "producción" en masa de viviendas autoconstruídas. ¿Es quizás esto una alternativa real a la falta de vivienda en los asentamientos urbanos? ¿Es una forma real de urbanización?

En cuanto a la primera pregunta, puedo asegurar que es una situación dificil y con muchas variables. Sin embargo, ocurre algo especial. La ley procura evitar meterse con estos asentamientos. Esto apoya directamente su expansión.
En cuanto a la segunda, es posible asegurar que sí. Y como ejemplo, el Cerro del Chiquihuite, mejor conocido como Cerro de las Antenas, en la zona norte de la Ciudad. Este es un claro ejemplo de cómo la autoconstrucción urbaniza lugares que usualmente parecen inaccesibles, siendo que, ahora, se pueden ver casas adaptadas a la inclinada pendiente, calles hechas a base de escalones y un radio cada vez más amplio de viviendas.

La autoconstrucción, por lo tanto, es un fenómeno urbano al que se le debe dar suficiente atención, ya que quizás, sólo quizás, represente una opción viable y real a la carencia de viviendas y necesidad de urbanización en las grandes ciudades donde cada vez más son carentes